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Donde la locura alcanza su sentido

Una isla operada a corazón abierto

Una isla operada a corazón abierto

¿Ha cambiado algo en Cuba? ¿La delegación de Fidel Castro en su hermano Raúl se reflejará en una transición política o tan sólo será una sucesión presidencial, casi dinástica? Hasta la enfermedad de Fidel, la imagen que el país comunista reflejaba al exterior -proyectada por el espejo norteamericano- era la de una isla políticamente incorrecta, terriblemente gobernado por un dictador y en el que las libertades de los ciudadanos se convertían en una quimera en la que sólo el turismo de complejo y playa era la única inyección para un país ahogado económicamente prácticamente desde la Revolución. 

Ahora que Fidel se ha alejado físicamente del complejo mapa que la isla representa en el escenario internacional, su hermano menor tiene la obligación de acercar la isla a un panorama que la espera con los brazos abiertos después de años de aislamiento en los que su vecino mayor se ha encargado de que no quedase ni un ápice de duda sobre el mismo. Embargos de diversa índole o intentos de asesinato son algunos de los hechos que ponen de manifiesto la incomodidad que para Estados Unidos supone esa piedra en su talón del mapa mundial. 

Y es que Raúl Castro debe suponer para Cuba ese calzón que progresivamente quite las incomodidades que ha supuesto la isla. En sus manos está que este cambio de poder se transforme bien en una verdadera transición, bien como un disfraz manido donde la figura del hermanísimo siga planeando sobre las cabezas pensantes del Régimen. Entonces el papel de Raúl quedaría limitado a gestionar más que a dirigir. En este sentido, la ubicación de un político tan rígido como José Ramón Machado Ventura en la primera Vicepresidencia, se deshace, en buena medida, el espejismo insular. Sin embargo, existen varios factores en el continente latinoamericano que despiertan la idea de un verdadero cambio en las próximas fechas. 

En primer lugar, el papel que Hugo Chávez ha adoptado como el nuevo libertador del continente. El presidente de Venezuela ha sabido armar un grupo de países semialineados junto a él que restan poder a las miradas que Washington ha proyectado a su patio latinoamericano durante la última mitad del siglo XX. Así, el nicaragüense Daniel Ortega, el bolivariano Evo Morales o el ecutoriano Rafael Correa se han convertido en soldaditos de plomo dispuestos a ser irreductibles en esa causa. Hasta ahora, Fidel era el Comandante en Jefe de todos. Ahora Raúl tiene el ojo, veremos dónde pone la bala. 

Por otra parte, y como dedo acusador de todas las actividades realizadas por la vecindad, el colombiano Álvaro Uribe está dispuesto a trabajar codo con codo con lo que queda de la Administración Bush en pro de una Latinoamérica sin reductos guerrilleros y/o revolucionarios donde la economía de mercado se erija como elemento de denominación común.

Junto a estos factores de coalición territorial –y de plasmación ideológica- Cuba, en general, y Raúl en particular, tienen otro hecho a su favor para cambiar esa imagen de dudoso reconocimiento que hasta ahora han otorgado. Las próximas elecciones en Estados Unidos marcarán el devenir en las hasta ahora infructuosas relaciones que cubanos y norteamericanos han desarrollado hasta el momento en las que el lobby disidente parece haber marcado la pauta a la hora de deshacer lazos entre ambos países. Por ello, sea quien sea el vencedor en la carrera a la presidencia norteamericana tendrá en su agenda una revisión de las ahora inexistentes relaciones entre ambos y en las que Raúl Castro debe ser un eje fundamental en las mismas. 

Para ello, el hermano pequeño de Fidel debe cambiar de rumbo que este emprendió tras la Revolución para que Cuba deje de dar esa imagen de patio trasero en el que las libertades se habían convertido en una quimera. No obstante, ahora cuenta con un respaldo económico de Caracas que se puede convertir en una trampa a la hora de mostrar ese esperado cambio de rumbo. 

Mientras tanto, Fidel mirará desde el horizonte. Sabedor de que hasta su enfermedad sus miradas se proyectaban verticalmente, ahora su hermano tiene la oportunidad de equipararlas a modo horizontal, Europa y los propios Estados Unidos son los primeros que desean que así sea. El Vaticano y la comunidad iberoamericana –con España a la cabeza- ya han hecho un primer guiño para que las cosas en Cuba empiecen a cambiar en manos de Raúl Castro. ¿Transición o mero cambio presidencial? El tiempo lo dirá pero si Cuba quiere modificar la imagen que tras de sí ha dejado a lo largo de estos últimos años, muchos son los factores a favor que Raúl tiene para que, lo que ha empezado así, se transforme en un verdadero paso de transición.

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