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Donde la locura alcanza su sentido

Ilusiones en aquella calle que no tenía aparcamiento

Ilusiones en aquella calle que no tenía aparcamiento

Busco todo lo contrario a lo que un desconocido futuro me deparará, pero aún sin descubrirlo, no quiero esto. Recorro de un vistazo un pasado productivo: argumentado con matices, presentado con alegaciones, solapado con el desconocimiento. Entonces comprender un presente atormentado, descolocado, somnoliento; parece más sencillo cuando el status quo de las cosas se arrima a nuestros brazos para acogerse con comodidad.

Ya no necesito mirar detrás de la puerta. Ni imaginar con el placer que volverá. Sólo puedo soñar con el soplo de palabras. Eso sí, a modo de susurro. Ahora observo sin hablar, callo sin molestar, acepto sin enfrentar. Ignoro la contradicción, valoro el atrevimiento. Las miradas se cruzan como un puñal distante, amenazante; nunca sangrante. El espacio abierto se contrae frente a mis ojos, los que reflejan que la libertad quedará minada ante advenedizos pensamientos. Aquellos que añoras, y deseas, pero vacías sobre contadas raciones. Vuelvo a retomar viejas conspiraciones apocalípticas que anuncian el reflejo de uno mismo. De lo que soy, de lo que en otro momento aspiro a conquistar como colinas cada vez más alejadas.

Desprecio a los mediocres, a los poderosos, a los ajustados y enjutados encorbatados. Odio a perfectos, a los que nunca se equivocan. A los que si lo hacen no saben reconocer su derecho a ello. A los vengativos, que actuan como acicate para con otro. A los que no entregan un guiño cómplice como fruto del mercadeo personal. No dan, pero tampoco dejan recibirlos. Caprichosas manías que no merecen ni un sólo gesto de complicidad. Odio quererte, echarte de menos. La extravagancia arrebata la intimidad, la irreverencia presta libertad. Desconfío del celoso, del mentiroso, del cobarde. Desconfío del eterno ganador, de los perennes soñadores, de los recuerdos analizados, de mí mismo. No votaré jamás a quién piense por mí, quién reze por mí, quién actúe por mí.

Ahora el retorno quedará lejos. Varado de una realidad que nunca fue palpable. Mientras,las palabras retomarán su significado cuando la verdad acuda en su rescate. El balbuceo no será sencillo, por lo que hasta que encuentre sentido a ello, el largo camino invitará a pensar, a amar, a aceptar. Hasta entonces, me canso, me burlo. Disculpe quien me tome por loco.

3 comentarios

René -

Sigo sin saber quien escribe. Lo pregunto por si me andas espiando o alguién te contó mi vida; me ha quedado como anillo al dedo tu escrito. Te felicito! me gusta! muy bien.

Daniel -

Yo también odio a los moralistas, y a los hippies.
a ver si actualizamos más a menudo el blog, mamarracho. Te veo en la madrugada.

lokis lokis -

Oye ya te he dicho mil veces, que no esta mal que no haya nadie sufientemente bueno para ti, porque contigo mismo te bastas y te sobras, y que los que te quieran que lo hagan por lo que eres no por lo que deberias ser o hacer,,,,yo odio a los moralistas y aplaudo a los soñadores...un beso y animo.