El tiempo se va
Son las 20 horas. Ya llegas tarde. Desgraciadamente esta práctica se ha convertido en habitual. El maravillo transporte público madrileño te ha impregnado de esta característica de la que dudosamente alguien pueda estar orgulloso. Lo aseguro para futuras tardanzas. Llegas a la cita y las múltiples miradas se ciñen a cada zancada que se aproxima.
-Hola qué tal -añades a modo de excusa
Las sonrisas de medio lado de respuesta no son sino una prueba de su espera. "Vamos cabronazo" exclama quien ya se ha concienciado de esta extraña facultad.
La pregunta sobre el próximo destino se antoja en el horizonte cuando el goteo de movimientos se hace constante. Hace tiempo que no ves al resto de amigos y la frialdad se impregna de cada mirada y de cada gesto. Es curiosa esa sensación que nos apacigua cuando se da con amigos, familiares o ex. Las mascotas son un caso aparte.
-¿Qué hacemos ahora? -preguntas en un halo de conjunción-
-No sé, me da igual -responden
Es entonces cuando te das cuenta que en otro momento la reacción hubiera adquirido otro cauce:
-¿Qué hacemos ahora?
-No sé, me da igual
(silencio)
-Da igual, lo importante es que nos volvemos a juntar después de días, semanas e incluso meses
-Eso es
Junto a esas palabras, el acompañamiento de un emocionado gesto que escenifique que nada ha cambiado debe ser obligatorio.
Pero no es así. Lo idílico nunca fue contigo. Tras unas cervezas -multiplicadas por dos- y una cena que te sienta como dos alpinistas saltando sobre tu estómago, crees que una copa podrá apaciguar la frialdad reinante. Esperas, lo intentas, miras y asientes. "Me voy", aseguras mientras observas como alguien apura agua derretida del hielo y eso que los hosteleros llaman alcohol. Tú y yo sabemos que es veneno disfrazado de garrafón.
Un gesto de condolencia, como si creyesen que te estás equivocando y un "hasta luego". Sales a la calle y dos amigos esperan fuera. Miradas de complicidad, hachís mediante, y la sensación de acertar. Alguna risa y un silencio necesario que se inserta antes de dar paso al retorno. Sabes que te sientes cómplice de lo que necesitas. Para otros, dentro del bar parece que el tiempo no ha pasado. Para tí sí, llevándose tras de si gestos que no se atrevieron a regresar. Pero ahora ya te da igual. Caminas para casa y la cena te sigue jugando malas pasadas. El tiempo sigue corriendo, aunque esta vez a tu favor.
4 comentarios
javi -
ottoreuss -
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javi -
Manu Gallego -