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Donde la locura alcanza su sentido

Yo tampoco quiero ser emperador

Yo tampoco quiero ser emperador

Hace 30 años el mundo del cine en general y de la tragicomedia en particular perdía a quien fue uno de sus máximos exponentes. La megalomanía de Charles Chaplin se apagaba un 25 de diciembre de 1977 dejando tras de sí un ejemplo -ya no sólo cinematográfico- que en la actualidad bien podría aplicarse en un mundo en el que lo cómico y la tragedia están estrechamente unidos. O estrechamente separados. Quizás la la tragedia crea a la comedia. O al revés. De locos.

Decía este británico que "la vida es una tragedia si la ves de cerca, pero una comedia si la miras con distancia". Treinta años después de su fallecimiento, todavía no hay lejanía suficiente para explicar la dramática trayectoria vital de quien decidió hacerse cómico cuando el pequeño Charles Spencer Chaplin, durante una enfermedad que le mantuvo en cama durante semanas, su madre le representaba las escenas que sucedían en la calle para entretenerle.

Y es que lo que hizo a Chaplin maestro de la comedia fue, probablemente, su profundo conocimiento del drama, su emoción vivida de primera mano que quedó en una filmografía ilustrada por niños, por una ciega en 'Luces de la ciudad' (1931) y, desde luego, siempre por el desamparo de su inmortal vagabundo Charlot.

Sin embargo, y dejando a un lado la esencia del sombrero, el bastón y los zapatones que casi siempre le acompañaron, Chaplin estuvo presente en sus obras más amargas, en las que captó al cómico crepuscular y la incomprensión personal e ideológica a la que la opinión pública estadounidense le sometió sobre todo tras sus dos grandes películas:  'Tiempos modernos' y 'El gran dictador' (1940).

Detectando en ellas ápices de comunismo, el Comité de Actividades Antiamericanas le incluyó en la Caza de Brujas, viéndose en la obligación de regresar al Reino Unido durante gran parte del desarrollo de la Guerra Fría. Si a ello le unimos que fuera del cine sus matrimonios se caracterizaban por la gran diferencia de edad, la opinión pública del momento tachó su moral de políticamente incorrecta siendo del mismo modo considerado como 'persona non grata'.

Sin embargo, la grandeza de Chaplin se puso de manifiesto en 1972 cuando, al recibir el Óscar Honorífico, no tuvo ni un sólo reproche hacia el mundo de Hollywood que durante tantos años le había menospreciado y vetado políticamente. "Sólo puedo decir gracias por el honor de haber sido invitado aquí. Sois maravillosos, gente dulce", les dedicó Chaplin a quien años antes habían sido sus verdugos culturales y políticos en la locura que supuso la bipolaridad.

Incluso muerto, Chaplin pudo presumir de un último revés tragicómico cuando el 3 de marzo de 1978, su cuerpo fue robado del cementerio local y no fue encontrado por la policía hasta el 18 de mayo. Hasta el final, un genio para unir la tragedia y la comedia.

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