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Donde la locura alcanza su sentido

Un Madrid abonado a la capacidad de desequilibrio

Un Madrid abonado a la capacidad de desequilibrio

Venció el Real Madrid en un clásico que ha puesto en órbita a un equipo que salió ganador, líder consolidado y campeón de un feudo en el que hasta ahora las victorias eran monopolio de los locales. De ahí que los tres puntos de anoche no sólo sean un mero paso transitorio por otro de los 19 campos de la Primera División. Supone esa mirada de superioridad que el Madrid infligió al Barcelona a lo largo de los noventa minutos y que desembocó en un bofetón a las aspiraciones culés, minadas ahora por ese exceso de personalidad que los blancos han advertido en el casi ecuador liguero.

Al Barça le faltó Messi. Su ausencia -hasta el minuto uno de los partidos, importante pero no fundamental- establece para su equipo esa abismal diferencia entre la improvisación transformada en genialidad, de un fútbol repleto de grandes nombres pero muy alejado de aquel que maravilló no hace mucho y que, camino de la grandeza, se quedó en la transición. Ayer el Madrid puso de manifiesto la desdibujada línea de unas estrellas que hasta hace unos meses eran la envidia de los grandes de Europa. Ahora tan sólo son un grupo de jugadores que domingo tras domingo intentan demostrar el porqué de sus jugosos contratos. Si de paso ganan partidos, mejor que mejor.

Porque a este Real Madrid es difícil ganarle. Es muy difícil si no tienes las ideas sobradamente más cuajadas que él. Y en la actualidad hay pocos equipos que sepan realizar un mejor juego vertical que el Madrid. Anoche el Barça pecó de un horizontalismo en el que Ronaldinho fue el baluarte del vacío que su equipo dejaba a cada jugada labrada. Ante la insultante personalidad que los de Schuster dejan en cada movimiento, es complicado pensar que la soledad de Iniesta pudiese con esa solidaridad teñida de blanco. Los partidos se resuelven en las porterías, y el Madrid es mejor en las áreas, le pese a quien le pese. La personalidad del ganador fue tan notable como la indefinición del perdedor.

El partido de ayer es para el Barça el allanamiento de un camino sembrado a lo largo de esta última temporada. Rijkaard dejó la épica de lado y volvió al sentimentalismo. La comedia de los entrenamientos no se tradujo en el once inicial. Deco y Eto'o tocados, y un Ronaldinho desubicado en todo momento fueron la prueba de que para los blaugranas el encuentro de ayer tenía un trato especial traducido en una derrota, prueba inéquivoca de la mayor madurez que en este breve paso del tiempo ha impregnado el devenir madridista.

Al interés del Barça, el Madrid ha sabido responder con la madurez defensiva y ofensiva de quien no le da más importancia a un choque de los 37 más que tiene el calendario liguero. A falta de remates y de posesiones largas, la suerte del partido quedó a expensas de los detalles y de la capacidad de desequilibrio de cada futbolista, paisaje abonado para los delanteros o jugadores universales. Marcó Baptista. Un golazo por cierto que refleja a la perfección el paso que los blancos dan en la Liga. Rapidez y sencillez para dar paso a la sentencia. ¿Liguera? A estas alturas ya sólo depende del propio Real Madrid, ahora que sabe que su victoria sobre el actual Barça suena a crueldad.

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