La silenciosa Guerra Fría en Oriente Próximo
A lo largo de los últimos dos años, Irán e Israel se han sumergido en un fangoso juego provocativo. Mientras Teherán no tiene ninguna intención de detener su programa nuclear, Tel Aviv desconfía de las acciones persas ante un posible ataque. La UE y EEUU, impasibles observadores, juegan al despiste a la hora de actuar. Lo que parecía mera propaganda, ahora se disfraza de peligrosa estrategia.
El 11 de abril de 2006, Occidente posaba su magnánima lupa de la incredulidad sobre Irán. ¿El motivo? El gobierno persa reconocía abiertamente que había comenzado a enriquecer uranio y que ni tenía ninguna intención de detener sus planes. Recelosa siempre de los movimientos dados por Teherán desde la década de los años setenta, la comunidad internacional comenzó a ver en este plan el paso previo que Irán acomete para posarse en el privilegiado club de potencias nucleares.
A partir de ese momento las afirmaciones, negaciones y contraposiciones de los distintos actores que juegan parte de este juego de estrategias compartidas no ha cesado. Encabezados por Israel, que ve amenazada la seguridad de sus fronteras, tanto Estados Unidos como la Unión Europa han acogido con beneplácito el discurso de la amenaza reinante. Mientras, Irán silba alegremente y asegura que no alcanza ni un 5% en su enriquecimiento, cifra irrisoria si se tiene en cuenta que se necesita llegar hasta el 80% para desarrollar la bomba atómica.
“Las actividades nucleares pacíficas deben ser autorizadas”, quien lo asegura es una voz autorizada para ello. No es la primera vez que Seyyed Davud Salehi, embajador iraní en España, defiende el programa nuclear de su país, alegando que el conjunto de propuestas nucleares que presenta Irán “es un paquete de la paz y un factor que conduce al mundo hacia el desarme atómico”. “Con sus relativas ventajas y su energía, la cual ha generado elevados potenciales, Irán es capaz de negociar sobre seguridad, política y desafíos regionales con una nueva retórica y terminología, de manera razonable y lejos de las pendencias impuestas en el marco de las normas internacionales”, sentencia al tiempo que suscribe que “en lo que respecta a la explotación pacífica de la energía nuclear, las leyes tienen que legislarse y cumplirse a nivel mundial”, insistiendo en esta línea en el carácter pacífico del programa nuclear de su país.
Pero vayamos por partes. En ese puzzle difícilmente encajable en el que se ha convertido Oriente Próximo, hay que entender que cualquier pieza que no encuentre su ubicación supone un dolor de cabeza ante los múltiples desafíos que presenta la sociedad actual. En ella, tanto Tel Aviv como Teherán no desisten en un juego de intereses que ha puesto de manifiesto las dificultades que entraña establecer cordura en la zona.
Irán posee extensas fronteras con Afganistán e Iraq, países ocupados por y en guerra contra EEUU. Si se suma la densa red de bases militares estadounidenses en el golfo Arábigo-Pérsico, vemos que Irán es un país cercado por EEUU, cuyos gobiernos nunca han ocultado su deseo de derribar a los gobiernos persas. Ante ello, Teherán tiene razones para sentirse amenazado, sobre todo tras la guerra de agresión sufrida por Iraq, que rompió la credibilidad de los gobiernos occidentales, los mismos que hoy presionan y amenazan con sanciones a Irán.
El pulso con Irán se ha complicado para EEUU. La resistencia iraquí, integrada básicamente por sunitas, se muestra invencible. Para que la ocupación no termine en desastre, Washington precisa mantener apaciguados a los chiítas iraquíes, sobre los que Irán tiene una gran influencia. También requiere apoyo iraní para impedir la iraquización de Afganistán, hecho casi irremediable acorde con los acontecimientos que en los últimos meses se han dado. Irán, por tanto, es esencial para que la guerra en esos países se mantenga en status-quo.
Pero no debemos olvidar otro factor que complica la inamovible crisis: el alto precio y la escasez del petróleo. La madre del cordero de la alta conflictividad en una zona que se ahoga con las sucesivas guerras. Ante ello, y como el cuarto exportador mundial de crudo, Teherán arroja su producto a las necesidades energéticas del mundo y su venta le hace casi inmune a las sanciones. “Está claro que depende”, ensalza el ministro del Petróleo iraní, Golan Hussein Nazari, cuando hace referencia a la relación entre la carestía del crudo y lo que vemos en la televisión casi a diario: “Los actos de los políticos, son fundamentales para comprender los altos precios del petróleo”.
Además, Irán se siente más fuerte que nunca. Conocedor del poder y el protagonismo que actualmente ostenta, el Gobierno de Ahmadineyad se ha tomado como un pulso la situación a la que se ha llegado, lo que le ha servido para situarse en un club de privilegiados casi sin quererlo. Sus vínculos comerciales con China, Rusia y América Latina han aumentado. Mientras Israel se aferra al paternalismo estadounidense, Irán no ha tenido ningún problema en acogerse en los senos que Moscú le ha brindado en forma de negocios armamentísticos. Ello le ha proporcionado un poder que no duda en televisar cuando se le brinda la oportunidad. Las imágenes del pasado 9 de julio en las que lanzó nueve cohetes Shab3 con capacidad de destruir Tel Aviv, son un ejemplo de ello.
En el otro frente de esta inquietante cuestión se sitúa Israel. Amenazada por cada uno de los gestos que desde Irán se desprenden, el gobierno de Olmert conoce a la perfección la esencia que destila, acorde con el proselitismo con el que siempre se han blindado las acciones hebreas. Ante ello, tampoco ha escondido sus cartas en este tapete del miedo. El aviso para navegantes se torna en un peligroso mensaje: con más de 300 cabezas de misiles disponibles, y la bomba atómica embalsamada, Israel dispone de la capacidad y el valor suficiente para atacar a cualquier enemigo. Ante ello, a Washington sólo le queda comerse las uñas y ver como sus socios en la zona se desmarcan de sus discursos oficiales.
Sin embargo, el doble discurso parece interesar a la Knesset cuando ahora se habla. Si por un lado, Israel no tiene ningún problema en reconocer el poderío del que hace gala, por el otro, de cara a la Opinión Pública juega un rol de indefensión que ya desempeña ante palestinos o libaneses. Desamparados ante las realidades que Oriente Medio presenta, Abraham Haztami, director del Departamento de Relaciones Internacionales del Partido Laborista y asesor de Simon Peres, reclama el paternalismo occidental: “El mundo mira la posición del Gobierno de Teherán con relación al desarrollo de su programa nuclear como un desafío y amenaza a la seguridad mundial, aunque para Israel esta es una amenaza existencial”. Y añade: “Nos sentimos amenazados por lo que proclama a voz abierta Ahmadineyad y por eso necesitamos la ayuda internacional”. Ante ello, los representantes israelíes niegan un supuesto equilibrio de poder, que sin embargo sí está presente cuando la propaganda entra en juego: “Israel no acepta el equilibrio de poder pues no hay un equilibrio de intenciones. Nosotros no amenazamos exterminar a Irán y su pueblo”, matiza Haztami.
El mensaje que reclama ayuda internacional se ha maquillado en diferentes posturas por parte del binomio Estados Unidos-Unión Europea. Los primeros con la reiteración de que la vía diplomática es la única solución a que Irán detenga su programa nuclear. Apoyando las sanciones impuestas a Teherán, la Administración Bush dejará una herencia complicada para el próximo candidato al despacho Oval. De hecho, del demócrata Barack Obama ya se han desprendido los primeros férreos discursos cuando se ha abordado una posible relación con Irán: “No podemos dejar de lado a los israelíes, debemos defender al mundo de la amenaza que supone la política que están realizando”. Dentro de la Unión Europea, la heterogeneidad vuelve a estar presente en las declaraciones y actos de sus representantes. Si por un lado, el jefe de la Política Exterior común, Javier Solana, ha comenzado a mantener diversas reuniones con el encargado del programa nuclear iraní, Ali Larijani, abogando por un ciclo de encuentros que desemboquen en consenso; la salida de capitales franceses y alemanes de Irán se ha ido completando durante las últimas semanas. Si España y Portugal parecen no tener nada que ver con este díscolo juego, el vicepresidente del Parlamento Europeo, Alejo Vidal Cuadras, no duda en rechazar la política “que el régimen ayatolá está llevando a cabo”, poniéndole acento a la situación actual: “Irán es actualmente el mayor peligro que hay sobre la paz y la estabilidad a nivel mundial”. En esta línea, tampoco falta crítica cuando habla de la acumulación de riqueza iraní: “Ahora mismo Irán está muy fuerte económicamente dadas las grandes reservas de materias primas que posee, concretamente petróleo y gas”.
Occidente mezcla escepticismo y curiosidad cuando a Irán se refiere la actualidad. Hasta ahora sólo ha ofrecido el palo y la zanahoria a Teherán en este intercambio de golpes. Los persas disimulan y se tapan un ojo ante la mirada del mundo. Con el otro, no pierde de vista a Israel que no desaprovecha un minuto en seguir el desafío. El mundo observa. El silencioso, pero peligroso, equilibrio de poder está dado.
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yaneilis de gutierrez -