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Donde la locura alcanza su sentido

"Hostias, ha llegado la Navidad"

"Hostias, ha llegado la Navidad"

Enciendes la televisión y pronto te das cuenta de la vorágine en la que has entrado. Dejas de lado octubre y noviembre casi sin darte cuenta mientras añoras viejos abrigos en los que el estrago del frío te llegaba a encadilar. Observas como la vorágine del consumo se apodera del trabajo diario de tarjetas de crédito. Entonces reflexionas y piensas "hostias ha llegado la Navidad".

Sales a la calle y te das cuenta que esa enfermedad compulsiva que la realidad virtual te ha ofrecido, pasa junto a tí. Te roza e incluso te intenta convencer. Esta vez has logrado salir del paso. Pero tranquilo que en tu frágil consciente subyace la frase "hostias ha llegado la Navidad".

Meditas la importancia de una fecha que hasta bien poco te ofrecía todo lo que un niño desea: vacaciones, la oportunidad de adquirir los regalos utópicos del resto del año con sólo echar una carta en un buzón y la excusa de sentirte libre "porque Papá, es Navidad". Es cierto que has crecido. Ahora sabes que los renos no vuelan, que tres inmigrantes no pueden conseguir juguetes para todos los niños del mundo y que la capa de Ramón García es igual de infame que hace diez años. Sin embargo, esa 'masa social' -es decir tú, yo, algunos más, quizás el total de la gente- que te rodea vuelve a situarse en lo "acertado". Categorizan con su contracultarildad como bandera de lo alternativo y marcan el territorio: "Pues a mí cada año me da más asco la Navidad". Escuchas, agachas la cabeza y asientes. En el fondo sabes que no hay nada distinto en ellos salvo el complemento otoño-invierno de turno que han encontrado.

Pues bien, a mí me gusta la Navidad. Deseo impregnarme del olor a castañas, comprobar que cada día los juguetes son más caros, reirte de las luces que no lucen por, quizás impagos del Ayuntamiento; comprobar que detesto los polvores, mantecados y turrones varios, saber que tu abuela cada año cocina mejor y pedir ayuda cuando tengas que envolver regalos. Es sencillamente la excusa de los que no somos creyentes para dar rienda suelta a nuestra mejor cara 'pseudo-cristiana' y establecer una mera fecha para reunirte y charlar. A charlar. A eso, me invita la Navidad.

Llega la Navidad y crees entonces que es el momento de derramar tu alternatividad sobre lo que antes te invitaba a la felicidad. Aprovecha y busca un vuelo barato a Mauritania para derrochar tu particular oferta de Fin de Año. Que no falten uvas, champán y socios de Greenpeace. Pero eso sí, antes cómprate esas zapatillas que deseas porque "hostias, ha llegado la Navidad". ¿Y la diferencia?

 

 

 

 

 

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