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Donde la locura alcanza su sentido

La proximidad de un bulto

La proximidad de un bulto

Tiempo atrás había sentido la necesidad de acudir al médico. Había notado un pequeño bulto debajo de sus pechos. En un principio no era muy alarmante, pero viendo sus antecedentes familiares y la tranquilidad con la que la conciencia descansa cuando el especialista te observa, decidió acudir para dejar de sentir esa necesidad. En casa, había dejado la maleta preparada para enfrentarse a lo peor. A una posible realidad que tan sólo quería ver con el rabillo del ojo.

Mientras él, había dejado de saber cómo ayudarle. Aunque no lo demostrase, la amaba con todas sus fuerzas porque tenía muy claro lo que representaba en su vida: la figura que encuentras y a través de la cual gira una estabilidad que sólo su sonrisa le proporcionaba. Es cierto que los guiños de complicidad cada vez eran más escasos, pero nunca había dejado de quererla. Tanto para él como para un futuro en el que sonaban campanas con un tono cada vez más grave. Sin embargo, su amor por ella no daba tregua cuando ella y su bulto se alejaban. A poco que la recordaba, también estaba presente lo que sentía por ella. Y eso le castigaba si miraba atrás, sencillamente porque se había enamorado de la persona, del cariño, de las eternas batallas, de sus sueños, de su bulto.

Las pruebas tardaron en llegar. Mientras, ella vió que sin su apoyo, esa dura lucha por mantener la esperanza multipolar no merecía le pena. Decidieron alejarse el uno del otro. Quizás para siempre. Quizás para que fuese ella sola la que se tocase los pechos y dejase de sentir ese bulto disfrazado de malestar e incomodidad. Quizás para salir del hospital y encontrárselo esperándola a las puertas del mismo. Quizás para que, en un gesto macabro, él quisiese que fuese algo más que una simple revisión médica y de esta manera no despegarse ni un solo segundo de ella.

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