Por y para la Eurocopa
La derrota ante Holanda en el primer partido del manido grupo de la muerte, puso de manifiesto el desmembramiento al que el esquema italiano se había enfrentado. Entonces, pongo en dudas que incluso ellos, no muchos confiaban en un sistema de dientes y bofetadas para seguir en la senda del triunfo. Llegaron a esta Eurocopa con las mismas pocas ganas de asentar un estilo fiable ante el indudable potencial de unos nombres y hombres martilleados por la edad. Su paso hacia la segunda fase de la competición se disfrazó de alfa y omega azzurri como costumbre victoriosa italiana. Sonaba entonces a mofa hacia el fútbol que esa selección se hubiera plantado como eterna candidata a ganar de nuevo, y de nuevo con las mismas malas artes de antaño.
Estaban aquí y, viendo de la forma en la que su pase se había logrado, este cruce de cuartos de final ante España era el fiel ejemplo de costumbrismo italiano, de la sinrazón que en ocasiones rodea de enigma al fútbol. Enfrente, el rival idóneo para ello. Una selección española perseguida por el dogmatismo derrotista, en la que este mimetismo perdedor suponía un trance perfecto para, por un lado seguir fomentando las penosidades transalpinas, y por otro, continuar otorgando a España la capacidad de la imposibilidad. No pasar de cuartos y punto.
Sin embargo, el resultado de anoche no sólo supone un paso histórico en el devenir español. Es algo más. Algo homérico, que supone la confirmación de un estilo que no se dejó ganar por el gigante antifútbol. Con matices que en ocasiones hacían pensar en dejar de lado el fútbol de culto, el de las gafas; para dar paso al de la pasión, al de las uñas; España se ha plantado en unas semifinales 24 años después. Ese beneficio de la duda hizo que la selección de Luis, de Casillas, de categoría pública, controlase un oficio italiano que reduce a la nimiedad el papel de sus rivales. Hasta anoche. En ese momento, España no cambió su fútbol sedoso por el intercambio de golpes que propusieron los italianos. Con un Silva en plena efervescencia de estrella, un Senna implecable y un Casillas que sigue oliendo a lo que ha sido desde siempre, Italia se vio desdibujada dentro de un esquema que no va con ellos. La propuesta siguió su rumbo y ya los penaltis se eregían como una injusticia visto lo visto en esos 120 minutos de esperanza, de pasión, de fantasmas. Los lanzamientos desde los once metros, un azar que lleva tras de sí un guión perfectamente interpretado, pusieron de manifiesto que España ha superado ese trauma de los cuartos como losa, de los miedos malinterpretados, del fútbol como ilógico camino hacia la unión. Por y para la Eurocopa, España sucumbe ante la auestima nacional, se apunta a la celebración y, ya de camino, al éxito.
3 comentarios
nata -
que es una pena que esta página tenga movimiento de uvas a brevas :)
Un saludo, Nata (otto´s friend)
Laura -
Pati -